Que levante la mano el que no haya tenido alguna dificultad en la vida, ya sea en el ámbito personal, familiar, laboral o profesional y que no necesite de otros para encontrar las soluciones. Pero me parece más efectivo si confiamos más en el Señor que en el hombre.
Para ilustrar un poco lo que quiero decir, veamos los equipos de fútbol que están disputando la actual copa mundo en Brasil. Todos los jugadores juegan de manera inteligente y en equipo a su vez muchos jugadores, los más espirituales a su manera, se encomiendan y dan gracias a Dios antes y después de terminar un partido.
Estos jugadores son los que confían de todo corazón en el Señor y no en su propia inteligencia, lo más probable es que no lleguen a sufrir percances, como el chango que pierde el balón en un pantano en un partido de fútbol, quien sin ninguna precaución pero si muy confiado va al rescate y queda atrapado, poniendo en riesgo su vida.
Incidentes como este que se le presentó al chango los vivimos a diario en cualquiera de las actividades que desempeñamos en nuestro diario vivir. Quizá porque somos demasiado confiados, no sé si a ti te pasa lo mismo porque confías en tu propia inteligencia.
Más bien para responder a la pregunta que es el titulo de este articulo, te invito a que hagas una reflexión con base en una parábola relacionada con un partido de fútbol, que encontré publicada en renuevo.com por Patricia Villanueva la cual me llamó la atención y también para que saques tus propias conclusiones.
“El partido de fútbol de esa mañana pronosticaba un excitante encuentro. Los changuitos estaban ansiosos por iniciar el partido. Se oye el silbato y empiezan a correr todos tras la bola, pases cortos, pases largos y allí van corriendo de un lado a otro, de extremo a extremo de la cancha, de pronto un tiro largo, largo, largo. La bola fue a parar justo en medio del pantano que se encontraba al otro lado de la cancha.
Los changuitos se paran en la orilla del pantano pretendiendo alcanzar el balón apoyados con un palo, otro tira una piedra y nada. De pronto un osado y valiente changuito va dando semejantes saltos hasta llegar donde la bola. La sujeta, mientras el resto de changos desde la orilla le aplaudían y animaban. De pronto el changuito se empieza a hundir, mientras más se movía pretendiendo avanzar o salir más se hundía.
Los changos expectantes gritaban: ¡Sálvate a ti mismo! ¡Sálvate a ti mismo!. Ante los animosos gritos el changuito se sujeta a sus propias orejas y empieza a tirar hacia arriba, pretendiendo salvarse a sí mismo de hundirse.
«Confía de todo corazón en el Señor y no en tu propia inteligencia» Prov. 3.5
A mi juicio esta es una de las escrituras mas retadoras al orgullo humano que se cree demasiado sabio, que se cree que por sus propios medios saldrá avante.
Los que hemos tenido la oportunidad de estudiar una profesión, obtener algún diplomado o lograr una carrera profesional exitosa, incluso los que han alcanzado una posición social, económica o laboral trascendente, nos encontramos de pronto en medio del pantano al igual que el changuito de la anécdota. Tratar de salir solos de nuestros problemas, pretender hacer las cosas sin ayuda o peor aún, fingir que no necesitamos de nadie para salir adelante en la vida es la peor de las falacias.
El libro de proverbios nos muestra los beneficios que ofrece la Sabiduría, entregarse por completo en buscar inteligencia y buen juicio como si buscara plata o un tesoro escondido.
«Las enseñanzas son una lámpara encendida; las correcciones y los consejos son el camino de la vida» Proverbios. 6.23
«Mira siempre adelante, mira siempre de frente. Fíjate bien en donde pones los pies, y siempre pisarás en terreno firme». Proverbios. 4.25-26”
No sé si para ti, lo narrado tenga algún parecido con tu vida, para mí sí. Pero lo más importante en la vida es pararse y volverse a parar con el favor de Dios y confiando en él.
Ricardo Torres G.
Comprometido con tu éxito